Años de trabajo. Noches y noches sin dormir. Todo para conseguir un objetivo.
Por fin llegó el día de descubrir si el esfuerzo valió la pena.
Una a una empieza a encender cada uno de los aparatos que le permitirán comprobar el éxito o el fracaso de su empresa. Poco a poco el laboratorio se ilumina como un árbol de navidad.
Introduce la muestra en el microscopio.
Mientras se alcanza la temperatura adecuada, duda si rezar a ese Dios en quien no cree para que cuando mire a través del objetivo vea la luz. Concretamente una mancha roja, tan pequeña e insignificante que pasaría desapercibida a alguien menos avezado.
Inspira profundo, se aproxima al ocular y tras unos segundos de ajustes…¡eureka!
Da un salto, pega un pequeño grito y vuelve a asegurarse de que sus ojos no le engañan.
Ahí está. Foto y fin. Suspiro y sonrisa.
Mañana reiniciamos.