Aprender a golpes

                  Grrr

En inglés existe una palabra genial para la que la traducción española se queda corta y que inagura una nueva-antigua sección en este blog: RANT. Pa nosotros, queja.

Así que ahí voy, a despacharme a gusto con otra de las cosas que me desesperan de este bendito lugar donde trabajo.

Cuando mis padres compraron el primer ordenador aprendimos a usarlo como decía algún sabio en mi familia: usándolo. Porque “pá aprendelo, a veces hay que jodelo” (vengo de una familia de poetas urbanos, como podeis ver) y se jodía, vaya si se jodía. Pero…ya que estamos en estas, ¿quién se lee las instrucciones de cualquier electrodoméstico/aparato electrónico/cosa compleja que entra en casa, y eso independientemente de que las instrucciones sean de una o doscientas páginas (vale, acepto como excusa que con lo malísimas que son algunas traducciones, a veces es difícil hasta saber en que lengua vienen…)?

Ahora rebobinamos en el tiempo, para adelante esta vez, hasta Alemania año 2011. Nos encontramos en un laboratorio de investigación biológica/biotecnológica, donde la máquina más simple que puedes encontrar es un osciloscopio, y a partir de ahí, desde microinjectores y micromanipuladores a impresoras 3D para crear estructuras para los microscopios de doble fotón. Con toda esta maquinaria “pesada”, al menos en términos de complejidad y de coste/valor económico, cabría pensar que la filosofía de mi “genio” familiar no debería de aplicarse aquí, pero ¡sorpresa,sorpresa! así es como trabajamos.
                     Fly solo?. No worries. Lo peor que puede pasar es que explote…
Con suerte alguien te enseña cómo encender el aparato una vez antes de que pongas a usarlo por primera vez o como una amiga en otro laboratorio alemán me ha contado (gracias Ire) te dan directamente el manual de instrucciones (al menos se lo dieron en inglés, lo cual es todo un detalle, no os creais) y ¡a jugar!. Lo que viene después os lo podeis imaginar, con suerte no se rompe nada y lo peor que ocurre es que no consigues hacer funcionar el cacharro y tienes que llamar 20 veces a alguien para que te ayude, o lo consigues operar pero los resultados que obtienes no sirven porque cometiste algún error de funcionamiento. Y si se rompe…pues cuesta aún más tiempo y dinero. Y ya no hablamos de cuando ponemos animales en la ecuación, que también pasa.

¿Por qué ocurren estas cosas? os preguntareis. Lo mismo me pregunto yo, y la única conclusión a la que se me ocurre llegar es un problema de concepto.  La transmisión de conocimiento se considera una pérdida de tiempo, que no genera valor intrínseco a la persona que invierte en enseñar y además falta una conciencia de grupo, que tampoco es estimulada desde arriba. En este tipo de ambientes se trabaja en equipos unipersonales, la colaboración brilla por su ausencia y todo esto redunda en lo que en teoría interesa menos a un laboratorio: falta de eficiencia y productividad. ¿No os suenan estas palabras como la definición de cierto país del norte….?

Por desgracia -en este caso-, no siempre los tópicos se cumplen.