Sociabilidad ligada al sistema inmune

sociabilidad ligada al sistema inmune
Tu círculo social y tu sistema inmune, una relación bidireccional

Los que me seguís de vez en cuando seguro que ya sabéis lo mucho que me interesa la relación entre el sistema inmune y el sistema nervioso, cuando más cuando por mucho tiempo se ha supuesto que eran totalmente independientes. En estos tiempos de aislamiento social, me he reencontrado con un estudio que ha demostrado que no sólo esta barrera no existe sino que la relación es tan estrecha que una característica humana (y no sólo humana) tan básica como la sociabilidad está ligada a nuestro sistema inmune.

Si atendemos a la lógica, ese sentido tan abandonado, no es difícil imaginar que el sistema inmune hubiera de haberse desarrollado de maneral paralela a nuestra sociabilidad, puesto que mayor contacto implica mayor probabilidad de infección. Y si no, recordad el porqué el transporte público en invierno se convierte en el vehículo perfecto de transmisión de resfriados, gripes y demás; y por qué nos hemos pasado dos meses en casa en aislamiento y los abrazos entre conocidos se han vuelto una cosa del pasado…

Bien, pues esta relación tan lógica se ha demostrado. En ratones incapaces de producir interferon gamma (IFN-γ), una sustancia implicada en la respuesta inmune se vio que tenían un comportamiento social alterado: eran como autistas. Observando su actividad cerebral con resonancia magnética funcional o fMRI, los investigadores vieron que algunas regiones de la corteza prefrontal se habían vuelto hiperactivas, como se ha observado ocurre en el cerebro de personas autistas.

Para comprobar cuál es el vínculo entre el IFN-γ y los síntomas antisociales, los investigadores suministraron IFN-γ a los ratones y vieron que el la presencia de esta sustancia inmune, incrementaba los niveles del neurotransmisor GABA, que tiene función inhibitora, y reduce los niveles de hiperactividad de la corteza prefrontal que conducen a los rasgos autistas.

El estudio genético de la expresión de IFN-γ en animales sociales tan diferentes como moscas, ratones o peces permitió observar que los niveles de IFN-γ en animales que habían vivido en el laboratorio en sociedades tenían unos niveles más elevados de IFN-γ que los que lo habían hecho en aislamiento. De esta forma, IFN-γ no sólo regula o facilita los contactos sociales en animales sino que además refuerza el sistema inmune al mismo tiempo.

Los resultados de este estudio son no sólo una demostración de la interacción entre el sistema nervioso e inmune, sino que ofrecen también pistas de por qué puede ser que las personas aisladas socialmente vivan menos (y peor) que aquellos con redes sociales más plenas. Y en estos tiempos de aislamiento forzado, sirve para incidir en la importancia de mantener los contactos sociales, aunque sea a través de la pantalla de un ordenador.

Tu sistema inmune, y tu cerebro, te lo agradecerán.

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