Todo por una nube

¿Cuántas veces has abierto el congelador y has sonreido al descubrir el último helado de chocolate? pero ¿qué hubiera pasado si ese único helado es el que por turno corresponde a tu hermano? ¿serías capaz de resistir la tentación y esperar a preguntarle si puedes cogerlo?  Esta situación, u otras similares, sirven para poner a prueba más que nuestra paciencia. De hecho, experimentos en niños demuestran que el resultado de esta prueba es indicativo incluso de la probabilidad de éxito personal como adulto.
En la década de los 60 en el departamento de psicología de la Universidad de Standford el psicólogo Walter Mischel desarrolló un test de comportamiento en niños de 4 años conocido como “test de la nube (golosina)” y que básicamente consistía en ofrecer a los niños una nube extra si eran capaces de esperar hasta que el investigador decidiera que era apropiado (unos 15 minutos) sin comerse la nube que tenían delante.
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Como podeis ver la tarea no es nada fácil. Lo que el estudio pone a prueba fundamentalmente es la capacidad de autocontrol, porque obviamente todos los niños quieren la segunda nube. Y una de las cosas que los responsables del experimento pudieron observar tras analizar horas de video fue que los que conseguian aguantar hasta el final lo hacían porque eran capaces de desviar la atención del objeto de deseo y concentrarse en otras cosas (cantar, esconderse, incluso jugar con la nube). Por contra aquellos que fijaban su atención en la nube (mirándola, oliéndola…) incrementaban la atracción y por tanto estaban casi condenados a comérsela.
Lo que los primeros niños estaban haciendo, ese pensar en lo que estás pensando o pensamiento introspectivo se conoce como metacognición. Aunque se considera que existe un fuerte componente genético detrás de esta habilidad también puede aprenderse y ,de hecho, es susceptible de modificación pues cuando a los niños incapaces de resistir la tentación se les dijo que podían usar como truco el imaginar que la nube es de mentira éstos fueron capaces de poner en marcha sus procesos metacognitvos y aguantar para conseguir la segunda nube, y también se ha observado que niños de clases sociales bajas tenían más problemas de autocontrol lo que se relaciona con las condiciones de un entorno donde básicamente “agarras lo que puedes y corres”; lo mismo ocurriría en familias donde no se estimulen actitudes de autocontrol (picar antes de cenar, caprichos sin razón jugarían en contra del desarrollo de esta habilidad).
Sin embargo, y a pesar de la plasticidad cerebral y el aprendizaje,se ha comprobado que “el test de la nube” no sólo es predictivo de la futura trayectoria académica sino también de determinadas características del comportamiento. Y es que la capacidad de autocontrol tiene que ver con ser capaz de ponerse a estudiar en vez de ver la televisión pero también con mantener la calma en una situación complicada (en vez de liarse a puñetazos intentar buscar una solución razonada a una disputa) y ha demostrado ser más importante a la hora de determinar el éxito académico que indicadores como el cociente intelectual porque de poco sirve ser muy inteligente si no tienes la fuerza de voluntad de ignorar el deseo de salir a disfrutar del sol con tus amigos para quedarte en casa estudiando. Incluso se ha comprobado, 30 años después del primer encuentro con la nube que las diferencias entre los capaces de autocontrol y los impulsivos se mantienen aunque en este caso para analizarlos no utilizaron nubes sino tests donde debían actuar en contra de un impulso, el de responder ante una sonrisa.
Naturalmente los humanos reaccionamos positivamente ante caras sonrientes y por ello la primera parte del test consistió en presionar un botón cuando veían éstas entre una serie de caras; después se le pidió que sólo apretaran el botón cuando vieran caras de enfado y lo que ocurrió fue que los impulsivos presionaron el botón cuando no debían tanto más cuanto menos tiempo habían tardado en comerse la nube cuando tenían 4 años.
Pero al final la importancia de este estudio, como señala Mischel, no radica en los que mantienen la misma tendencia en el tiempo, sino en los que se comieron la nube y con el tiempo fueron capaces de desarrollar una buena capacidad de autocontrol porque de ellos pueden extraerse las claves/trucos (como el de imaginar que la nube es de mentira) que permitan a personas con trastornos como TDAH (transtorno por déficit de atención e hiperactividad) o trastorno obsesivo-compulsivo controlar y dirigir su atención.
Después de haber leído todo esto, yo no se de vosotros, pero yo, mejor cierro el congelador y me pongo a preparar unas nubes, eso si, me las pienso comer ¡de dos en dos!