Occam y su navaja.

No pienso hablar de indios y vaqueros, ni de John Wayne ni nada parecido. Lo que traigo hoy tiene que ver con el porqué al final la respuesta está, no donde menos la esperamos sino delante de nuestros ojos, sólo a la espera de que nos dignemos a darle la importancia que merece.
¿Cuántas veces nos complicamos pensando en miles de posibles causas, de razones, de posibilidades cuasi inverosímiles para explicar una observación? Para muestra un botón: los que creen en los eventos paranormales, la homeopatía, los forofos de las teorías conspiratorias, todo es válido y siempre responde a una compleja elaboración de causas y razonamientos que en muchas ocasiones (en todas las anteriores desde luego) poco tiene que ver con la realidad.
Pero, ¿qué ocurre cuando aplicamos este modelo de pensamiento, tan humano por otra parte, a la ciencia o la medicina? como mínimo suele acarrear una inversión de tiempo y recursos importantes en comprobar o refutar complejas hipótesis o teorías que, en muchos casos se hubieran podido resolver siguiendo el principio de la parsimonia o simplicidad (la navaja de Occam) que asume que para aceptar una hipótesis compleja ésta ha de predecir los datos/la observación mucho mejor que las hipótesis simples.
En medicina por ejemplo ocurre muchas veces que “los árboles no dejan ver el bosque” y para dar con la causa de una sintomatología cualquiera se acude al razonamiento más complejo y para validarlo y darle tratamiento se somete a los pacientes a todas las pruebas necesarias para ello, en muchos casos dolorosas, invasivas y también innecesarias. El principio de la simplicidad aplicado a medicina sugiere que para el diagnóstico se debe buscar la menor o la más obvia de las causas que expliquen TODOS los síntomas. Y aquí está la clave del asunto porque si te quedas con la expliación más obvia pero ésta sólo explica parte de la sintomatología posiblemente el diagnóstico sea erróneo.
Hagamos un pequeño ejercicio de “diagnóstico”: Un paciente de más de 50 años entra en tu consulta, y lo primero que observas es que padece obesidad, lo segundo al leer su expediente es que tiene diabetes tipo 2 y que tiene antecedentes familiares de problemas cardiacos y de circulación. Tras un par de pruebas de función cardiaca el resultado es que algo anda mal, sin embargo la analítica descarta problemas de colesterol, el médico no comenta nada sobre el sobrepeso y sin embargo recomienda una prueba invasiva para descartar problemas arteriales. Adivinais el resultado ¿no? con sólo una mirada y haciendo caso del principio antes mencionado casi que el problema salta a la vista, sin embargo es necesario que esta prueba resulte negativa y una reunión de expertos para concluir lo obvio: el sobrepeso es el que está limitando la función cardiaca.
¡Ojo! No digo que descartar otro tipo de daño no sea necesario y más cuando hay peligro de muerte, nunca negaría una colonoscopia cuando puede haber riesgo de cáncer de cólon pero antes de llegar a tales extremos creo que tiene sentido valorar hipótesis más simples y una vez descartadas éstas proceder con el siguiente paso y no empezar la casa por el tejado.
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También creo que quizá es un problema de base de cómo funciona la sanidad, se esperan respuestas rápidas, hay sobresaturación en el sistema y los médicos prácticamente no tienen tiempo ni para pensar en que es lo mejor en cada caso o están cegados por su especialización o en el caso de la medicina en Estados Unidos, se trata de una medicina “defensiva” donde se encargan todo tipo de pruebas necesarias o no porque el riesgo de ser demandado por mala práctica es tan elevado que ninguno quiere arriesgarse a ello y por eso se cubren las espaldas mandando un “completo”.
No se, ¿qué pensais vosotros? ¿es mi razonamiento adecuado y simple suficiente o estoy complicándome y alejándome del principio que pretendo defender? Al final, todos somos humanos.