No te olvides

No te olvides. Con ojos legañosos y medio dormido aún creyó leer en el espejo. No te olvides. Efectivamente, eso era lo que rezaba la inscripción grabada en rojo en el espejo desde el que se contemplaba con incredulidad.

No te olvides. Menuda gilipollez pensó, si ni siquiera puedo acordarme de cómo cojones he llegado aquí. No te olvides. E intentó hacer un esfuerzo por recordar, por recordar al menos qué significaba la habitación rosa pastel y llena de peluches en que se encontraba, pero la maldita resaca no hacía la cosa fácil. En absoluto.

No te olvides. No. No me olvidaré de esta puta resaca. Y si esto es una pesadilla, desde luego da mucho miedo, ¿qué mujer adulta tendría una habitación llena de peluches? Lo más normal sería pensar que aún seguía dormido porque si no, entonces… Entonces ¿se había ido a la cama con una niña de 12 años?

¡Joder! Ahora sí que le dolía la cabeza, y ese maldito recordatorio: No te olvides, seguía machacando sus aturdidas neuronas, agotadas por el esfuerzo de intentar recordar algo que no debía olvidar ¿Qué coño podría ser?

No te olvides de sacar al perro, No te olvides de recoger la ropa del tinte, No te olvides de darme un beso antes de marcharte, ¿No te olvides de mí?

La lista de posibles se hacía más y más larga por minutos, y la última y más aterradora posibilidad, la de que para atajar el problema tuviera que ponerle cara a la dueña de aquella habitación de princesa Disney cada vez se hacía más y más real. Miró alrededor en busca de alguna pista sobre la ocupante de aquella elegía a la infancia perdida: además de peluches, muñecas y alguna que otra pulsera de plástico tirada por el suelo, nada. Ni una fotografía, ni una barra de labios, ni un perfume. La sospecha sobre su infanticidio corroborada en cada uno de esos detalles absurdos. Mierda, mierda, mierda. Eres un mierda. No te olvides. Eres un mierda.

¿Cómo pude llegar a algo así? Es más, ¿dónde estuve bebiendo ayer? ¿en un patio de colegio? No parecía probable. Hacía años que no pisaba cerca de ningún reducto de mocosos gritones. Tenía que haber otra explicación. Y sin embargo, aún no se sentía capaz de atravesar la puerta que le conduciría a saber. Se planteó saltar por la ventana, pero el mareo que sintió al reincorporarse de nuevo lo disuadió. Sólo le faltaba romperse la crisma para rematar el día.

Tirado en la cama, incluso con los ojos cerrados, puede ver un baile de luces y escuchar una voz en estéreo que repite: No te olvides, No te olvides, No te olvides…¡Maldita sea! No hay forma de escapar, ni de recordar, ni de que se apague esta resaca. Y ahora, ¿qué?

Cansado ya de dar vueltas en el infierno rosa, y mareado de forzar a sus deshidratadas meninges a pensar, decide que ha llegado el momento de salir…por piernas. Vuelve a mirarse en el espejo donde le observa de nuevo la nota: No te olvides, y tras dar un resoplido de desesperación toma el pomo de la puerta y lo hace girar.

La intensa luz al otro lado de la puerta es cegadora, como si recibiera el fogonazo de un foco directo sobre los ojos, intenta protegerse cubriéndose con el brazo, como si le fuera la vida en ello, como si en vez de luz llovieran balas y en ese momento escucha:

-“¿Se puede saber qué haces ahí parado? Llevan dos horas esperando por tí en maquillaje para empezar a rodar en el set 3.”

Ojos y boca compiten en rotundidad y reflejan una incredulidad que cesa por momentos. Una broma pesada. El set up perfecto para un perfecto idiota. Una lección amarga. No más cervezas con los chicos después del rodaje. Especialmente si te has comportado como un cerdo egocéntrico durante toda la sesión. Especialmente cuando eres tan idiota que olvidas hasta tu nombre después de la cuarta cerveza. No te olvides. Ahora sí. Ahora no me olvidaré. Ahora por fin puedo poner a descansar mis agotadas neuronas, bueno cuando amaine la resaca.

-“Tú, ¿estás bien?” vuelve a preguntar impaciente la jefa de dirección ante mi cara de póker. -“No te olvides que empezamos a rodar en 20 minutos”

-“Sí, sí…Ya voy. Y tranquila, que esta vez no me olvido…de NADA.”