La fuerza de la costumbre

Ahora que se acerca el final del año llega el momento en que, como siempre, mucha gente hace esos grandes propósitos de cambio que, como siempre, al cabo de un par de meses (como mucho) acabarán olvidándose.

 

Pero, ¿por qué cuesta tanto cambiar? Como no podía ser de otro modo, la Ciencia se ha arremangado para intentar encontrar una respuesta a esta pregunta y, ya de paso, ayudarnos a no perder el tiempo pagando las cuotas del gimnasio al que nunca vamos (ejem).
¿Qué decides?
Una de las razones propuestas por las que tendemos a preferir quedarnos con lo conocido (sea nuestra antigua compañia telefónica, o incluso una pareja inconveniente) es el fenómeno que en economía se conoce como aversión a la pérdida por el cual incluso aunque el resultado de la decisión entre algo conocido y algo desconocido sea igualmente negativo, la evaluación de los efectos negativos de ambas es diferente. De hecho, esta diferente evaluación se extiende incluso a cuando los efectos son potencialmente positivos, la ansiedad que genera lo desconocido desmerece la valía del posible premio.
Un grupo de investigadores en Inglaterra ha publicado recientemente un artículo en Journal of Neuroscience donde mediante la combinación de resonancia magnética funcional (RMN:f técnica de imagen que permite visualizar las zonas activas en el cerebro en determinadas condiciones experimentales) con un juego de apuestas pretendían comprobar de modo simultáneo la medida de la tendencia “conservadora” a quedarse con lo conocido y el correlato emocional de la toma de decisiones (tanto de la conservadora como de la innovadora o de riesgo) así como los efectos a nivel orgánico sobre la función cerebral.
Lo que los científicos descubrieron cuando pusieron a los sujetos del estudio en la situación de tener que elegir entre su carta conocida y optar por una nueva y descubrir después el resultado de su elección (ganancia/pérdida) fue que cuando elegían una nueva carta,en el caso de aquellas personas más inclinadas a “jugar” había menor activación en la ínsula (área implicada en la anticipación y recepción de estímulos aversivos) mientras que en aquellas personas más conservadoras esta área se encendía más en respuesta a la frustración experimentada por la posibilidad de perder y de haber salido de una posición segura. Por contra, quedarse con la carta conocida producía activación en el estriado ventral en una respuesta muy similar a la que se observa cuando alguien siente que ha ganado. Otra de las observaciones del grupo fue que en el núcleo caudado, que es un área relacionada con la evaluación de las posibles ganancias/beneficios de una decisión también correlacionaba en su grado de activación con la tendencia a alejarse de la “carta” (situación) conocida, pues en este caso parecería pesar más la posibilidad de las ganancias que el sobrevalorado miedo a las posibles pérdidas de adentrarse en terreno desconocido.
El camino conocido o el inexplorado: la decisión es tuya
Una de las posibilidades que los autores proponen para explicar este comportamiento es que el elegir la opción conocida no se percibe como un proceso activo y como tal no produce tanta ansiedad a la hora de aceptar la responsabilidad de la (posible) pérdida consiguiente. Desde luego parece plausible como razonamiento, aunque ha de tenerse en cuenta que la decisión final dependerá del balance de activación de todas estas áreas, de si la evaluación del posible beneficio supera al miedo/aversión al cambio y éste será diferente para cada decisión y también, supongo, estará basado en experiencias previas (aunque es algo que los autores del estudio no entran a valorar). Además es de esperar variaciones interpersonales y quizá pronto pueda comentar algún estudio sobre algún gen específico que nos haga más “arriesgados”.
A muchos este artículo les servirá de excusa para ni siquiera esforzarse en intentar “cambiar” algo el año que entra pero me gustaría hacer notar que si la humanidad ha avanzado es gracias a aquellos que no se dejaron llevar por la aversión a la pérdida y el miedo al cambio, así que ¡ánimo chic@s!