Divididos por la distancia

Una llamada telefónica. En horario fuera de lo habitual. Un corazón que se acelera. Una  noticia. Mala. Desgarradora.  Una línea que se corta. Fin de la comunicación. A miles de kilómetros de distancia, ese mismo corazón ahora se rompe. Ese que no estuvo allí. Siempre recordará que no pudo estar ahí, donde debía estar.

Un frenazo. Una caída. Tembloroso aún y en estado de shock un dedo vacilante duda sobre un teléfono. S.O.S. dirigido a ¿quién? El teléfono vuelve al bolsillo. El miedo se magnifica con cada kilómetro de distancia, y es mejor si la tensión se sufre a solas.

Alerta de mensaje. Incluye imagen. Y sonido. Un corazón que late. Unos miembros en desarrollo que apenas son sombras en una imagen en blanco y negro. La alegría y el alborozo que implican se congelan en una sonrisa solitaria. A miles de kilómetros de distancia, la felicidad también se vive a solas.

Sólo unas pocas líneas, quizá demasiado pocas, quizá demasiado cortas para transmitir lo que los que estamos lejos experimentamos por estar aquí, allí. Separados, distantes y al mismo tiempo juntos y unidos por algo más fuerte que la distancia y el tiempo. Lo que experimentamos por habernos marchado es difícil de explicar: soledad, morriña y en ocasiones hasta un punto de culpabilidad, al tiempo que orgullo y una suerte de felicidad…aparte. Porque al marcharnos seguimos escribiendo el guión de nuestras vidas desde un punto y aparte, y retomar la historia donde la dejamos se torna cada vez más complicado a medida que se escriben nuevas líneas desde ese punto, cada vez más lejano, cada vez más distante. Porque te conviertes en una persona dividida, y a veces desearías transplantar personas y vivencias de un lugar a otro, o poder teletransportarte a esos momentos que no querrías perderte por nada del mundo, y que a menudo te pierdes.

Sin embargo, la vida, como el espectáculo, sólo puede continuar hacia delante. Donde sea. Con o sin teletransportador.

3 thoughts on “Divididos por la distancia

  1. Cómo no sentirte y entenderte,
    cómo no hacerme cómplice de tus líneas…
    … de cuando toca vivir de lejos,
    cuando los corazones se dividen por la distancia.
    Precioso. Un abrazo lejano

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