Cuando estaba en la facultad recuerdo que en las prácticas de zoología siempre nos tocaba abrir algo, ya fuera un mejillón, un pescao, un erizo de mar…porque para saber lo que había por dentro no quedaba otra que diseccionar. Ahora quizá los estudiantes del futuro no tengan que ensuciarse las manos con las entrañas de un pobre mejillón y simplemente podrán usarlo para cocinar (¡qué nostalgia de cosas ricas, madre!). ¿Cómo? preguntaréis, pues gracias a una técnica no invasiva de imagen llamada Microtomografía de rayos X, en breve, es igual que el CT scan que te hacen en el médico pero en escala micro, o sea una millonésima parte más pequeña que el metro, por lo que es ideal para “cosas” pequeñas. Si queréis, para que entendáis mejor lo que es y de una manera extremadamente simplificada es como si os hicieran multitud de placas de rayos X en diferentes direcciones (planos), que luego se reconstruyen en el espacio (3D) gracias a un programa de ordenador.

La razón por la que saco el tema es que la semana pasada en Wired apareció un artículo haciendo referencia al trabajo de un grupo griego de biología marina, que utilizando esta técnica esta intentando realizar un archivo digital de disecciones virtuales de fauna del Mediterráneo y muestran algunas de las reconstrucciones que forman parte del trabajo. Aquí os dejo algunas, y para ver el resto os recomiendo pasaros por Wired.

Empezamos con un mejillón, porque de mejillones empezamos hablando…

A continuación, un gusano cacahuete (traducción literal del inglés) llamado así por razones obvias, es un sipuncúlido. (¡Y cómo odiaba estudiar estos grupos en la facultad!)

Nuestro viaje termina con un erizo de mar u oricio, en mi tierra, que así parece muy mono, en el plato está riquísimo pero medio podrido os aseguro que es una disección de lo más asquerosito.

Con esto termina mi viaje particular por las disecciones del recuerdo, pero eso sí mucho más limpio, más impresionante y con más detalle, gracias a la tecnología.