Plantas para volverse loco

A todos los que piensen que esto va a tratar sobre la amiga María, lo siento, otra vez será.

Una de las cosas que más me gustan de la ciencia es que además, en ocasiones, sirve para poner en evidencia incluso a la Historia, y es que al mirar atrás con el conocimiento actual todas las piezas del puzle parecen encajar. Una historia que me parece genial es la que tiene que ver con la caza de brujas, no la McCarthiana -traducción libre-, sino la que empezó la tan temida Inquisición allá por la Edad Media en Europa -no sólo en España comíamos habas aunque algunos gusten de creer lo contrario. Las brujas de Salem en los Estates en el s.XVII, dice alguien por ejemplo…-.


                          Caza de brujas

Póngame una de brujas, una de fanatismo religioso, oscurantismo y alcaloides y tenemos el cóctel perfecto para un guión al puro estilo hollywodiense. Bien, del fanatismo religioso casi mejor no hablar porque no hemos avanzado demasiado a pesar de la tira de siglos que han pasado, así que pasamos palabra. Para brujas y oscurantismos sólo hace falta poner un rato Tele5…entonces, alcaloides ¿dices? Digo. ¿Y qué son? pues son productos del metabolismo vegetal, o sea de las plantas, derivados de aminoácidos y que se caracterizan por tener efectos principalmente PSICOACTIVOS sobre el sistema nervioso de los animales que los ingieren. ¿Veis por dónde va la cosa? ¿más pistas quereis? En la Edad Media, igual que ahora, había clases y, también como ahora, se distinguían por lo que comían (ahora las clases bajas, especialmente en Estados Unidos, por ejemplo, son las que comen más productos precocinados y tienen menos acceso a productos frescos). Las clases altas comían un tipo de pan hecho fundamentalmente con harina de trigo llamado morcajo blanco, mientras que los campesinos comían el morcajo negro, compuesto básicamente de centeno.

Cornezuelo del centeno. Claviceps purpurea

Otra pista, ¿cuántas brujas de clase alta habeis visto? Esperanza Aguirre no cuenta, no hay datos de que ya viviera en la Edad Media.

 

 

Y es que en el centeno que comían aquellos pobres payeses crecía también un hongo, el cornezuelo del centeno, que contiene entre otros alcaloides: ergotamina,ergocristinaergocriptina y ergometrina. Cada uno tiene efectos específicos sobre el sistema nervioso aunque además en conjunto causan vasoconstricción (ergotamina) e inducción del parto o inducción de abortos, entre otros efectos. La lista de efectos neurológicos incluye: convulsiones, estados depresivos y halucinacioens similares a las causadas por LSD (derivado curiosamente de…ergotamina). De hecho, la combinación de síntomas daba como resultado una coreografía espectacular: el baile de San Vito (también se habla de este tipo de “baile” por las convulsiones ocasionadas por otro tipo de enfermedades neurológicas como la Corea de Hungtington, pero esa es otra historia).

Así que ya podemos juntar todas las piezas del puzle. Un grupo de pobres campesinos hasta el culo de drogas psicodélicas, convulsionando y viendo demonios, vírgenes y vete a saber que más (porque aún no sabían de extraterrestres, si no seguro que también) y de otro lado los padres de la Iglesia que no pueden encontrar más explicación que la obvia: estas personas son brujas, están malditas y poseídas por el diablo. Como purgación y condena: ¡a la hoguera!.
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Y es que no fue hasta el siglo XIX que se describió el ciclo infeccioso del hongo, aunque existen referencias a los efectos del consumo de ergotamina sobre los animales y los humanos ya desde el 1676 (Dodard), de hecho también se dice que la orden de San Antonio se especializó en tratar a los intoxicados por ergotismo (el otro nombre de la intoxicacion por cornezuelo del centeno), especialmente de los síntomas relacionados con la vasoconstricción (por esta causa el ergotismo también se conoce como “fuego de San Antonio”) y de amputar los miembros gangrenados en consecuencia.
Conclusión de esta lección de Historia y Ciencia: los fantasmas y las brujas no existen (aunque Esperanza Aguirre parezca demostrar lo contrario).