Más sexo, menos alcohol.

¡Ya estamos otra vez hablando de vicios!Si, lo se, ni siquiera puedo llamarlo degeneración profesional porque ni siquiera trabajo en adicciones (¿en qué trabajo entonces? de eso hablamos otro día, por ahora que sigan las apuestas) en realidad es culpa del Champalimaud Neuroscience Symposium, y de la charla de Ulrike Heberlein (Universidad de California), cuyo lab se especializa en el estudio de los mecanismos de la adicción usando como modelo a la mosca del vinagre (Drosophila melanogaster) y el consumo de etanol como proxy. Por si alguno tiene dudas, etanol es el tipo de alcohol que contiene la cerveza, el ron y el vino que tanto nos gustan, el que tanto humanos como moscas podemos metabolizar (el metanol por contra es tóxico y puede desencadenar la muerte por intoxicación). Nos gusta tanto que en ocasiones desencadena trastornos adictivos. Pero el fenómeno de la adicción ha demostrado ser mucho más complejo de lo que pudiera parecer la típica asociación sistema límbico-recompensa-adicción por descompensación. Y de esto fue la charla  precisamente.

En el título de la charla se habla de que “Las experiencias sociales afectan el consumo de etanol en Drosophila por medio del neuropéptido F” pero en realidad sólo se habla de UNA experiencia social: SEXO.

Y aquí llega la parte jugosa del estudio y aunque la memoria me empieza a fallar y no recuerdo todos los detalles, a grosso modo, la postdoc a cargo del proyecto diseñó un experimento en el cual cuantificaba la cantidad de alcohol que consumían moscas macho separadas en grupos según su acceso a hembras “receptivas” y por tanto, a sexo. Por lo visto, y si no corrijanme los expertos en comportamiento de insectos, una hembra recién “desvirgada” rechaza al macho durante al menos 3 días después de su primer encuentro con un macho. Por eso este fue uno de los grupos de control, porque aunque lo rechazan, sí llevan a cabo toda la danza de apareamiento previa, y si este comportamiento estuviera en la base del posterior consumo de alcohol así podría saberse.  En los otros dos grupos se analizó a machos solitarios, y machos con acceso ilimitado a vírgenes.

¿Alguien se anima a suponer qué grupo de moscas se dió más al alcohol? Alguno dirá que los solitarios y claro que esos “tomaron” más que los “relajados” pero los que mostraron mayor comportamiento adictivo fueron ¡¡¡las moscas rechazadas!!!

Para acotar más aún que el efecto se debía al sexo/cópula, llámalo X, después de deprimir un poco a estos machos con las hembras con el cinturón de castidad, luego les permitieron pasar a disfrutar de una fiesta con vírgenes ad libitum y a partir de ese momento su consumo de alcohol volvió hasta niveles cercanos a la normalidad (después de ver estos resultados, no hace falta ser la doctora Ochoapara suponer que a las moscas también les presta,).

En la segunda parte de la charla, nos presentó al neuropéptido F que es el homólogo del neuropéptido Y (NPY) de mamíferos como candidato potencial a mediar en este efecto. Aunque del NPY suele hablarse sobre todo en relación al control del apetito, también se han publicado artículos en relación a su implicación en comportamientos agresivos y en el estrés por separación de la madre en ratones neonatos, así que al grupo de Heberlein se le ocurrió la posibilidad de que esta neuro-hormona estuviera implicada en el balance alcoholestrés social (sexual) puesto de manifiesto en sus experimentos de comportamiento. Y es esa relación la que ahora se dedican a comprobar por medio de mutantes para dicha proteína (no puedo recordar los resultados concretos que mostró al respecto, pero sí la imagen de que la asociación parece tener una base demostrable).

Por supuesto, ha de quedar claro que esta historia -como la mayoría en ciencia- no es sino el comienzo y es que la lógica de que una vida social sana, que obviamente incluye una vida sexual plena, precluye una conducta adictiva lleva asociada una plétora de sistemas biológicos/químicos cuyo desbalance puede ser tan causa como efecto de lo anteriormente expuesto (adicción, agresividad…). La pregunta entonces es: ¿Quién fue antes, el huevo o la gallina?

SOCIAL EXPERIENCES AFFECT ETHANOL INTAKE IN DROSOPHILA THROUGH NEUROPEPTIDE F
Ulrike Heberlein
University of California San Francisco, USA
Natural reward systems serve to reinforce behaviors required for the survival of individuals and species, such as sexual activity, food consumption, nursing, social interaction, and play. Alcohol and other drugs of abuse co-opt neural pathways associated with natural rewards. Our goal was to establish mechanistic links between social experience, reward, and drug self-administration in the genetically tractable model organism Drosophila melanogaster. We show that social experience affects voluntary ethanol consumption in Drosophila, and that neuropeptide F (NPF, the fly homolog of neuropeptide Y) serves as a key molecular transducer. Chronic sexual rejection reduces NPF levels in males, while mating increases NPF levels. Activation of the NPF circuit negatively regulates ethanol consumption, such that low NPF levels lead to enhanced ethanol preference in rejected males, and high NPF levels lead to decreased ethanol preference in mated males. We propose that sexual experience regulates ethanol consumption by affecting the state of the reward system: a state of reward deficit (sexual rejection) enhances ethanol consumption, whereas a rewarding experience (mating) has the opposite effect. Drosophila is therefore a genetically accessible model system to study the mechanisms by which social experience modulates reward-related behaviors.