Sistema inmune: de baja por estrés

Andar todo el día como pollo sin cabeza por un trabajo extremadamente demandante, hacer frente a las necesidades/obligaciones diarias a un ritmo vertiginoso y conseguirlo sin acabar de los nervios y/o enfermo puede convertirse en una auténtica odisea. Por eso hoy hablamos de estrés y de trastornos del sistema inmune, entre otras por necesidad personal porque ha empezado la cuenta atrás en el labo y como no hay nada mejor que conocer a tu enemigo para vencerlo y no tengo muchas ganas de acabar con un peinado a lo Guardiola, vamos a ver qué se sabe sobre la interacción entre estos dos fenómenos.

Lo primero de todo decir que el estrés es una reacción natural desarrollada por la evolución como una manera de preparar el cuerpo para defenderse de aquello que considera una agresión potencial (depredador o accidente) aunque también puede ocurrir por la activacion del sistema inmune, como en presencia de una infección. El estrés agudo tiene una duración corta, entre minutos y horas, y es la típica respuesta del “lucha o corre” más primitiva. El estrés crónico es el más problemático, pues es el que acarrea una desregulación de la respuesta inmune y suele tener una duración más prolongada en el tiempo, pudiendo durar desde varias horas al día a semanas o incluso meses.

¿Qué ocurre en el cuerpo una vez se ha interpretado un suceso como estresante? Tras la activación de la amígdala y el hipotálamo en el cerebro se produce una descarga de adrenalina que a su vez desencadena la producción de cortisol, que es el mediador principal de todos los cambios corporales que se producen en respuesta al estrés: incremento de la presión arterial, movilización de las reservas energéticas y aumento de azúcar en sangre, entre otros. Todos estos cambios estarían enfocados a conseguir maximizar la producción de energía para facilitar la respuesta de lucha-escape.

En cuanto al sistema inmune parece que, a pesar de que existen muchos factores implicados: como la edad, el estado de salud previo, la genética…, una situación de estrés agudo favorece la respuesta inmune. Sin embargo, en los casos en los que el estrés se cronifica la respuesta inmune tiende a desregularse o a inhibirse, y se ha observado una asociación entre una reducida respuesta inmune celular en la piel y el estrés crónico, consistente con el desarrollo de enfermedades cutáneas con un claro componente autoinmune como las lesiones capilares (alopecia areata), por ejemplo.

Espectro del estrés. A la izda, en azul: agudo, a la dcha, rojo:crónico. Centro, verde: mecanismos homeostáticos de mantenimiento. Abajo: efectos sobre el sistema inmune. Tomado de Dahbar,2013

En cierta manera podría verse la interrelación entre la respuesta inmune y el estrés como las dos caras de una misma moneda y es que lo que en el corto plazo se modula para aumentar la efectividad de la respuesta inmune a largo plazo se invierte. Entre las razones para esta inversión se plantean cambios endocrinológicos, esto es, en la composición de hormonas y neurotransmisores circulantes que modulan la expresión de citoquinas y receptores específicos en los leucocitos para cortisol que resultarían en una sobreproducción de ciertos tipos celulares y factores que en vez de ayudarnos actuarían como un caballo de Troya (autoinmunidad).

Como ejemplo de una de las formas de estrés crónico que se han demostrado tener efectos negativos sobre los procesos inmunes (producción de linfocitos NK (natural killer), citoquinas, y la respuesta humoral ante la vacunación) está la falta de sueño crónica. Que levante la mano el que esté libre de este pecado…

No todo el mundo responde igual frente al estrés, como es lógico existen multitud de factores que afectan a la magnitud y duración de la respuesta de estrés dependiendo de factores biológicos, sociales y personales. Sobre los factores biológicos a día de hoy poco podemos hacer, pero sí que podemos intentar cambiar algo en cuanto a los otros dos factores. Existen multitud de métodos para limitar los efectos del estrés, desde la práctica deportiva, al yoga, la meditación, la lectura, o simplemente una buena noche de sueño. Honestamente, se me ocurren otro par más que no aparecen mencionadas en la literatura pero supongo que no quedaba bien ponerlo en el paper… Fundamental, por otra parte, es reeducar a nuestro cerebro para que deje de identificar amenazas donde no las hay y que se entere de que no encontrar la puerta de embarque de tu vuelo una hora antes de la salida no es una situación de vida o muerte, por ejemplo. (Conste que ése no es mi caso :P)

En resumen, aunque aún quedan muchas incógnitas en lo que se refiere a la compleja interacción entre nuestro sistema nervioso y el inmune, lo que está claro es que el estrés -a largo plazo- no beneficia a nadie, bueno a todos los patógenos, pero esos no cuentan, así que sólo una recomendación para todos myself included: TAKE IT EASY!

The effect of stress on the defense system. D Dragoş and MD Tănăsescu. J Med Life. 2010 February 15; 3(1): 10–18.

Psychological stress and immunoprotection versus immunopathology in the skin. Firdaus S. Dhabhar. Clinics in Dermatology Volume 31, Issue 1, January–February 2013, Pages 18–30

2 thoughts on “Sistema inmune: de baja por estrés

    1. Hola! gracias por el comentario. Gracias a él acabo de aprender algo nuevo 😉 Por lo que he entendido del concepto, podría ayudar aunque luego cada persona es un mundo y habrá personas a las que la terapia les ayude más o menos. En definitiva, yo diría que sí, pero no tomes mi palabra como la de un experto, porque no lo soy.

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