Ruidosa desmotivación

Hace tiempo que no me paso por aquí. En parte por el paréntesis de las vacaciones de Navidad, en parte por haber sido víctima de una de esas gripes que se transmiten las familias como los cotilleos en un pueblo pequeño, y en último y más importante lugar: porque no tengo ganas.

He estado analizando a qué puede deberse ésto, el porqué no me motiva ningún tema ni escuentro la inspiración para sentarme y escribir unas líneas. Lo peor es que ni siquiera es una cuestión de temática. No es que la Ciencia haya dejado de interesarme y ahora me llame más escribir sobre, qué se yo, los hábitos alimenticios de mis compañeros de laboratorio, y no me refiero a los ratones. No. Simplemente falla la voluntad.

Lo que si he estado haciendo últimamente, de una manera casi enfermiza, es leer. Leer mucho: ciencia, divulgación, noticias, política y ficción. Y entre estas lecturas encontré, de manera casual, la que pudiera estar en la base de mi desgana: el ruido en el trabajo.

Esto es una oficina abierta. Y si, agobia sólo mirarla.

En un artículo aparecido en la revista TheNewYorker y que trata sobre los perjuicios para el trabajo de las oficinas abiertas –salas sin tabiques que se supone sirven para facilitar la comunicación, el intercambio de ideas y favorecer la creatividad, y que sin embargo parecen propiciar todo lo contrario además de ser poco saludables-. En un estudio en Dinamarca se observó que había una correlación positiva entre el número de trabajadores concentrados en una sala y el número de bajas por enfermedad. Esto es, a más gente más bajas, lo que tiene sentido porque las concentraciones humanas se lo ponen más fácil a las infecciones para propagarse. Pero lo más dañino de este tipo de ambientes según numerosos estudios (1,2) es el ruido, que no sólo afecta a la calidad del trabajo reduciendo nuestra capacidad cognitiva y afectando a nuestra concentración, sino que además puede afectar nuestra salud.

En otro estudio de la Universidad de Cornwell, un par de psicólogos sometieron a un grupo de 40 mujeres a 3 horas de calvario en un ambiente que simulaba los niveles de ruido habituales en el entorno de una oficina abierta. Entre los efectos que observaron se cuenta un incremento de los niveles de adrenalina en orina, cuya liberación se asocia a situaciones de estrés agudo, así como un menor interés en resolver puzzles irresolubles, lo que indicaría cierto nivel de desmotivación. Como nota curiosa parece que en este tipo de ambiente, los sujetos se cuidaban menos de controlar su postura corporal lo que podría conducir a los tan típicos problemas de espalda y/o articulares tan típicos en oficinistas.

Y todo esto por el ruido de personas hablando, caminando, sillas moviéndose, ratones cliqueando, el tecleo constante y el ruido quizá de alguna impresora y de un aparato de aire acondicionado…

Creo que puedo superarlo.

He comentado ya varias veces por aquí que las condiciones en que trabajo no son de lo más agradables: oscuridad, soledad, y lo peor de todo largas horas a diario en un ambiente extremadamente ruidoso (16kHz). Imagináos un ruido peor al de estar sentado en un avión cruzando el Atlántico CADA DÍA. Aunque no debería quejarme, al menos me han dado unos protectores como los de los que manejan el martillo neumático en las obras.  ¿El problema? llevarlos puestos durante tantas horas acaba siendo parte de la tortura. Para que sepáis mejor a que me refiero podéis escuchar este audio. ¡Aviso: es realmente molesto!

Ahora sumemos dos y dos. Si el trabajar en una oficina ruidosa disminuye la motivación y afecta a las capacidades cognitivas y a la concentración y por otro lado es una fuente de estrés y de enfermedad ¿sería loco pensar que, al menos, una de las razones que me mantienen alejada del blog son mis insalubres condiciones laborales?

Dudo que nadie vaya a venir a medirme los niveles de cortisol y si lo hiciera es cierto que sería quizá injusto achacar mi estrés SÓLO a mi lugar de trabajo, estar en medio de una tesis con poco que mostrar cuenta y mucho. Tampoco creo que a mi jefe le importe demasiado que mi creatividad se estanque por pasar horas en el microscopio, porque su prioridad es que produzca resultados, y a ser posible publicables. Así que mi única esperanza es a) que mi jefe me compre unos auriculares con cancelación de ruido que sean capaces de bloquear el ruido de alta frecuencia del microscopio como regalo de Reyes tardío o b) que la inspiración y las ganas vuelvan como se fueron, sin dar explicaciones.

Hasta entonces, sólo queda esperar.