El dejarlo depende de ti. Y de unos cuantos factores.

Por fin este símbolo no me causa angustia

Estoy dejando de fumar. El último lastre que me queda de mis años de tesis. Y pasada la primera semana tengo que reconocer que la cosa parece haberse simplificado bastante. Tanto es así que siento que la ansiedad que me daba no tener tabaco cuando fumaba se ha esfumado junto con las manchas de nicotina que afeaban mis dedos.

Imagino que para cada uno la experiencia de cambiar un hábito y una dependencia como ésta será diferente, en mi caso, supongo que por degeneración profesional me ha dado por investigar. Por buscar, leer y ver qué se sabe sobre las diferencias entre los que vuelven a recaer al poco de intentarlo y los que se mantienen firmes en su apuesta libre de humos.

Aparte de las diferencias genéticas, que por supuesto tienen un papel fundamental en las distintas respuestas frente a la nicotina, se han observado diferencias a nivel cognitivo/cerebral. En cuanto a las primeras, se ha visto, por ejemplo que diferencias en el gen que codifica el enzima CYP2A6, que metaboliza la nicotina (entre otras enzimas), generan diferencias de afinidad por la nicotina y en consecuencia, diferentes tasas de consumo de cigarrillos y diferentes tasas de éxito al dejarlo (1). La influencia del perfil genético en la addición al tabaco ha llevado incluso al desarrollo de modelos basados en perfiles genéticos capaces de predecir con alta precisión las probabilidades de éxito de dejar de fumar (2).

En cuanto a nivel cerebral, gracias a estudios de neuroimagen se conoce el papel de conexión de la insula entre la percepción del “mono” de fumar y una extensa red neuronal responsable de la motivación de fumar. En un estudio (3) particular de neuroimagen con 85 fumadores que iniciaron un proceso para dejar de fumar, al cabo de 10 semanas los participantes fueron separados en el grupo de los que lo habían dejado efectivamente (44) y el de los que recayeron. Los investigadores encontraron diferentes niveles de conectividad interhemisférica en la insula, lo que llevaria a concluir que una menor conectividad entre la insula posterior y la corteza sensorimotora, podría limitar la capacidad de inhibir la respuesta motora de encender un cigarro a la vista de un ataque de “mono” a pesar del objetivo de no fumar.

bye bye friends
Fotocredit: mendhak

Por otro lado, cuando hablamos de adicciones, por supuesto entran en juego determinadas características psicológicas que pueden jugar a favor o en contra del dejar de fumar. Parece existir una relación bastante clara entre impulsividad y dificultad para evitar una recaída debido a un momento de “mono”, un grupo de investigadores ha encontrado por medio de técnicas de neuroimagen que la región cerebral en principio más claramente relacionada con la influencia de la impulsividad en las recaídas es el giro cingulado frontal (4).

Podría seguir enumerando las diferencias que se han encontrado en las tasas de éxito para dejarlo en función del sexo, la edad o el status socioeconómico pero creo que por hoy basta, no sea que de tanto mentar al diablo acabe apareciendo 😛