El terrible poder de la transmutación…en mierda

Igual que Midas transformaba aquello que tocaba, lo mismo conseguía él. La única diferencia es que en vez de oro, lo que rozaba se transformaba en mierda.

Cuánto más bonito, delicado y precioso era lo que tenía más cuidado ponía en destrozar poquito a poco lo que de bueno y bello tenía. Roce a roce, primero sometía el objeto a un desgaste continuo, de intensidad creciente, que ocasionaba una mella por la cual empezaba a colarse la mierda que al final acabaría cubriéndolo todo.

A veces pensaba que podría montar una empresa de especialista en destrozos, nadie mejor que él para acabar con todo aquello que promete, que despierta, que esperanza. Los de la troika y el FMI seguro que se rifaban sus servicios. Destroyer N.1 a su servicio, Majestad.

Un día llegó a sus manos una pieza mucho más especial, más bella y más frágil que cualquiera que hubiera visto/destruido hasta la fecha. Y en este caso en vez de arañar no pudo evitar acariciarla. Fue un impulso extraño. Tan extraño que fue seguido de un rechazo tan fuerte que por poco lo destroza todo de un golpe seco, y sin embargo algo retuvo su mano en pleno movimiento, un calor dentro como nunca había sentido antes, algo que decía que esta pieza sí merecía salvarse de la quema. Que, quizás, no siempre hay que destrozar las cosas buenas para saberse seguro. Que conservar algo tan bueno no puede hacer daño

…Y es que era tan especial…

La pieza aún oscila en sus manos, pues el hábito es fuerte, y aún cuesta decidirse a romper el miedo de cambiar el rumbo, de dejarse ir, de dejarla ocupar un huequito. ¿Salvará la pieza?