Fue sólo un segundo. Nada más. Pero en el espacio confinado y cuasi estático de aquel ascensor bastó para conjurar un torbellino de sensaciones.
Un segundo fue suficiente para despertar la memoria de un momento especial, tanto por breve como por intenso. Ese, entre que se cerraban las puertas y la llegada a destino; ese otro, entre el momento en que el último pasajero abandonaba el convoy y el final de nuestro viaje. Unos pocos segundos robados al tiempo y entregados a la locura, a un arrebato, a decir -“Hasta luego, me ha encantado estar contigo”-. Sin palabras.
Pero eso fue el pasado. Ahora, casi extraños, solos de nuevo en ese mismo espacio, el recuerdo que los asalta genera un silencio incómodo. Silencio que rompe en unísona carcajada al sonar la campana que indica el final de trayecto y la vuelta al presente. Ese presente que no perdona.
Desgarradoramente maravilloso
Creo que me va a encantar este Universo de ficciones.
Un abrazo enorme Rosa, buen finde
Muchas gracias. Lo mismo digo. Aunque sea bajo la lluvia. Al menos estoy en casina 😉
Me ha gustado mucho, me ha despertado algún recuerdo que otro jejeje
😉