La gente se empeña en criticar lo que no conoce, pero es que ellos no pueden ver lo que yo siento por Mandy. Antes de conocerla yo era un pobre idiota que hablaba solo. Un pobre imbécil a quien encontrarían muerto cualquier día en su casa. Muerto sin haber disfrutado un sólo día de felicidad.

Pero un día llegó ella. Gracias a Internet. Gracias a estos tiempos modernos, yo encontré lo que buscaba. No fue fácil elegir, no es fácil saber dónde está el truco. Si te gusta más rubia o morena, si las fotos son auténticas o si Photoshop ha metido tanto la mano que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Pero al final un día lo sabes. Sabes que ésa es la adecuada. 

Cuando Mandy por fin llegó a casa, la adaptación fue un tanto complicada. No tenía muy claro cómo debía comportarme y qué era lo mejor para ella. Aunque disfrutamos de muy buenos ratos, casi todos eróticos, claro. La pasión al principio es muy fuerte. Después empecé a relajarme y a encontrar placer en las pequeñas cosas: en tumbarnos juntos en el sofá, en acariciar su piel, en besarle despacio o en hablarle hasta la madrugada. 

Mandy es callada, prefiere escuchar, y eso me gusta. Ya no me siento solo. Sé que siempre que la necesito está ahí para mí. Sólo tengo que sacarla de la caja. Porque Mandy es de silicona. Y vale cada uno de los 10.000 $ que pagué por ella. 

La amo. Aunque algunos digan que no es real, aunque muchos digan que estoy enfermo, aunque ninguno lo entienda. Mandy es la mujer de mi vida porque Mandy es lo que siempre he querido. Alguien hecho por y para mí. 


Nota: aunque parezca mentira, la historia es real. Hay una serie documental llamada “Love me, Love my Doll” sobre hombres con este tipo de relaciones con muñecas.