La decepción del amante trabajador

Es irónico, cuando no patético, el hecho de que un objeto, una entidad cause la misma desazón que un amante al perder la capa de brillo de los primeros meses de enamoramiento. Sin ganas siquiera de levantarme para ir a tu encuentro, con la motivación por los suelos siento que todo lo que prometiste con ojos encendidos no eran sino mentiras y que no eres sino otro embaucador a sumarse a la larga lista de aprovechados que fingieron algo más que puro interés.

¡Qué decepción! ¿dónde quedó la ilusión de esos primeros días? Los planes de futuro, las ganas de crecer juntos, de llegar lejos, de comerse el mundo…como las cenizas de mi padre, se las llevó el viento, dejando tras de sí el vacío.

Por suerte, hay muchas posibilidades para mí ahí fuera, en eso es cierto que estar aquí es ventajoso, no faltan las ofertas, y aunque es bastante probable que el siguiente tampoco sepa valorarme por todo lo que soy, me niego a quedarme esperando a que me veas, a que reconozcas lo que valgo y lo que soy. La vida es muy corta y no tengo tiempo para tonterías. Estoy cansado de decepciones, de falsas promesas, de espejos deformantes que sólo me devuelven la cara de un perdedor, porque es lo único que me habéis dejado ser.

Se acabó. Esta vez me libero yo. Esta vez serás tú quien se quede atrás, solo, vacío y desesperado. Porque entonces, y sólo entonces te darás cuenta del lugar que ocupo, y que sí, es irremplazable.

¡Adiós trabajo, adiós!