A la neurociencia americana le ha tocado la lotería ¿pero será una inversión de futuro?

En las últimas semanas se ha hablado mucho sobre la noticia de que el gobierno Obama en Estados Unidos va a hacer un esfuerzo enorme de inversión de capital en la investigación neurocientífica. El proyecto, que se compara en proyección con el Proyecto Genoma Humano se llama BRAIN (cerebro) de las siglas en inglés de Investigación cerebral a través del avance y la innovación de neurotecnologías. Este nombre tan embarullado y rimbombante lo que quiere decir, aparte de un intento rebuscado de conseguir las siglas necesarias para conseguir sacar BRAIN como acrónimo de la iniciativa, es que el grueso del esfuerzo económico del proyecto americano irá dirigido a potenciar el desarrollo de nuevas tecnologías que permitan el mejor estudio del cerebro, porque la tecnología actual es uno de los máximos limitantes al desarrollo de la neurociencia y a avances tanto en la comprensión del cómo y el porqué como en la curación de enfermedades tan preocupantes desde un punto de vista social como el Alzheimer, el Parkinson o el autismo, por mencionar unas pocas.


Supongo que debería estar contenta, porque en cierta manera es a lo que me dedico, a probar cacharritos nuevos megaultramodernos para tratar de ver/entender mejor esa caja negra que es el cerebro. Sin embargo, tanto yo como otros en la red ya han criticado la mastodóntica empresa que supone este proyecto, en parte por la manera en que se ha vendido pero también por la dirección que parece haber tomado el proyecto.
Es cierto que es necesario un avance técnico/tecnológico en la neurociencia, pero estos avances son inútiles si no existen unas hipótesis detrás que apoyen la inversión de tiempo y dinero que suponen para todos. Hacer una expedición de pesca en un mar donde ni siquiera se sabe si hay peces además de absurdo puede resultar arriesgado si la inversión es grande. En cierta manera y siguiendo el paralelismo con el Proyecto Genoma, la secuenciación del genoma sólo fue el principio de la historia y de todas las promesas que se hicieron (medicina personalizada, descubrimiento de las bases moleculares de enfermedades, inteligencia e incluso hasta características del carácter, etc) cuando se lanzó el proyecto prácticamente ninguna ha sido cumplida, aunque es cierto que permitió una revolución tecnológica que ha hecho avanzar la genética años luz en poco tiempo, el camino sólo ha empezado a recorrerse.

Si el proyecto BRAIN se plantea de esta forma, como un viaje iniciático pero con un plan definido y una base meditada puede suponer un gran cambio para todos, tanto los que nos dedicamos a ésto como los que no, si no puede que veamos cómo miles de dólares más que necesarios en estos momentos de vacas flacas para la investigación acaben tirados por el desagüe, derrochados en una empresa de palabras grandilocuentes con poco fondo. ¿Va a resolver el conectoma -mapa detallado de todas las conexiones entre neuronas (sinapsis) de un organismo- el misterio de la consciencia? Hay muchos que lo dudan, especialmente teniendo en cuenta que el del gusano C.elegans se conoce desde hace años y este conocimiento ha servido de poco para entender siquiera el comportamiento de este animal tan simple, y conseguir hacer un mapa de las conexiones del ser humano es una misión si no imposible, desde luego complicada y que tiene para largo. A pesar de los millones de Obama.

En resumen, alegrémonos de que en estos tiempos de crisis al menos alguien apuesta por la investigación y más en neurociencia, pero andémonos con cuidado sobre el cómo se invierte y el para qué. No sea que al final, nos quedemos sin pasta y sin saber.